
Buscar encontrarse con la sensación de estar constantemente forzando barreras,
límites, forzando tu cabeza para llegar a algo, forzando los sentidos, forzando las tolerancias..
forzarse uno mismo,
agotarse,
querer prender la televisión y estar solo de lo mucho que te superan las situaciones a veces.
Querer ser absurdo y no sentir que duela.
Llegar a ese punto de miedo, de intensidad. De estar al borde de romper la cáscara, y
no trizarse, sino explotar..
no trizandose, sino explotando.
Hirviendo.
Esa intensidad es la que me mantiene nostálgica y tirante,
y es lo que ansío de quienes me estremecen.
Es una entrega al hablar, al estar. Una entrega abierta a la posibilidad de
crear. De crecer, aprender o deshacerse de tantas imposiciones que uno vive y no
cuestiona. Que deja pasar constantemente, en todo.
En la ciencia, en la política en los amigos.
Siento a veces la necesidad de explotar por la emoción de sentir cómo nos entendemos, cómo
no hay palabras en la lengua, y los gestos y el aire y todas las luces
parecieran guiar un momento
que trasciende a las personas aparentemente involucradas
y que pareciera, por ese instante, fuera a cambiar el mundo.
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